Despedidas
Hasta nunca, me escribes, yo no sé dónde van a parar mis deseos ni sé dónde van a ir a parar mis alas. No sé cómo decirte adiós sin hacer escenas, en definitiva no sé nada de la vida y aunque sepa poco o mucho sólo me queda lo vivido contigo y del mar de sentimientos que tuvimos. Los juramentos y promesas seguramente quedarán en algún rincón del corazón y de a poco se irán disipando hasta llegar a ser una tenue luz del ocaso. Contigo cada día, cada mes y cada año se fueron con una gran parte de mi corazón. Ahora sólo queda la certeza de que el amor existió para quien lo vivió. Es verdad que no siempre se gana y el amor se agota con el cansancio y la rutina. Se sobrevive con la angustia de un estado sufrido. No se abandona a quien amas de verdad, dicen que olvidar es una forma de mentir. Esta vez no gané y la vida me enseñó más de lo que quería aprender. Quiero creer que siempre habrá un domingo esperándome a la puerta. Tal vez llegue otro y el vivir de amores y desamores sea mi costumbre.
Habrá que buscar la cura del miedo sin que desemboque en algún cuarto y abrazar alguna raíz. Saltaré hogueras y me esconderé nuevamente en mi madriguera, como la loba que se dejó amar con los engaños del hombre que sabe domar.
Llegará, por fin, el día que despierte y verás como me visto despacio de silencio y de esplendor, de domingo soleado. Mis versos puede que queden inconclusos pero defenderé cada espacio en que no estás. Curaré el ala rota y planearé mi huida contra el viento que no me acompañe. Por fin seré la alegría que no regresa.